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LA EXTRAÑA AVENTURA DE LOS MANUSCRITOS DE LEONARDO III

 


   Pasado el primer momento de estupor surgió la pregunta de oómo habían ido a parar tales manuscritos a Madrid. Y una vez más pudo encontrarse el rastro esclarecedor. Se sabía que una parte del corpus leonardiano de Pompeo Leoni fue vendida en España después de su muerte. Uno de los compradores fue probablemente Juan de Espina, coleccionista madrileño. Entre 1620 y 1630, el Rey Carlos I de Inglaterra, entonces Príncipe de Gales, y luego el florentino Vincenzo Carducci, visitaron las colecciones de Espina, advirtiendo ambos entre los objetos de mayor valor dos libros «escritos y dibujados por el gran Leonardo de Vinci».
    Espina murió en 1642 legando al rey de España todos sus tesoros, entre ellos los dos libros de Leonardo que entraron a formar parte de la Biblioteca de Palacio cuyos fondos pasarían a constituir hacia 1830 el núcleo esencial de la recién creada Biblioteca Nacional de Madrid. Con toda probabilidad, los códices encontrados en 1967 son los dos manuscritos que pertenecieron a Juan de Espina.
       En un catálogo de la Biblioteca Nacional de Madrid impreso en el siglo XIX se lee una referencia a los "autógrafos" de Leonardo. Pero ninguno de los especialistas Interesados
pudo obtener Información al respecto, ya que en la signatura indicada no figuraban autógrafos de Leonardo sino un códice del De remedís de Petrarca y unas glosas al Digesto de Justiniano. A fines del siglo pasado el bibliófilo florentino Tammazo de Marins trató inútilmente de encontrar los manuscritos. En la Biblioteca Nacional de Madrid se los consideraba perdidos para siempre.
         En el siglo XX varios estudiosos se dedicaron por su parte a una búsqueda sistemática y sin resultado. Fue en 1964 cuando el francés André Corbeau, eminente especialista en Leonardo de Vinci, afirmó su convicción de que los dos manuscritos se encontraban en la Biblioteca de Madrid y que sólo se trataba de un error del catálogo. Los responsables de la biblioteca procedieron a nuevas investigaciones. A principios de 1965 don Ramón Paz y Remolar, jefe de la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional madrileña, tuvo la inmensa sorpresa de encontrar en sus estantes los dos preciosos códices que en el catálogo figuraban con los números Aa 19 y 20, mientras que las signaturas correctas son Aa 119 y 120.
         La noticia del hallazgo corrió de boca en boca por los círculos culturales pero no fue confirmada oficialmente hasta 1967. La Inmensa contribución de esos manuscritos al estudio de la obra de Leonardo es hoy accesible al lector de lengua española a través de un formato interactivo en la web de la BNE, http://leonardo.bne.es
         
             

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